Commodore

Historia del Commodore C64: Una revolución pixelada con un toque de locura

Imagina 1982. Peinados de futbolista checo, synthpop sonando desde casetes, y en los garajes americanos nace una leyenda. Aquí llega el Commodore 64, o C64 – el ordenador que hizo que los píxeles de 8 bits fueran más sexys que el disco en Studio 54. Pero, ¿cómo empezó todo? Súbete a la máquina del tiempo, porque la historia de Commodore es un viaje salvaje.

Inicios: De calculadoras a un imperio informático

Commodore International, fundada en 1954 por Jack Tramiel – un superviviente de Auschwitz con olfato para los negocios – comenzó con máquinas de escribir y calculadoras. ¡Sí, calculadoras! En los años 70, eso era alta tecnología, como si Elon Musk vendiera smartphones con antena. Pero Jack, con su lema “ordenadores para las masas, no para las clases”, sabía que el futuro no estaba en calcular impuestos, sino en una revolución electrónica. En 1977, Commodore lanzó el PET – un ordenador que parecía una caja registradora con teclado y conquistó los corazones de los geeks. Pero eso fue solo un calentamiento.

Nacimiento del C64: Pequeño ordenador, grandes sueños

En 1981 apareció el VIC-20, un ordenador asequible para todos, pero su sucesor, el C64, iba a robarse el espectáculo. En enero de 1982, en el CES, Commodore presentó el C64 – por 595 dólares conseguías 64 KB de RAM (¡una locura!), un procesador MOS 6510 (1 MHz, más rápido que una tortuga jubilada) y gráficos que hacían llorar al Atari 2600 en un rincón. ¿El chip SID? Un mago musical – 3 canales de sonido, un sintetizador que sonaba como Kraftwerk en un sótano. En broma: el C64 era como un DeLorean entre los ordenadores – modesto por fuera, pero con un condensador de flujo para píxeles y música bajo el capó.

Años dorados: El C64 reina en el barrio

El C64 llegó a las tiendas en agosto de 1982 y… ¡boom! Vendió entre 12,5 y 17 millones de unidades (nadie sabe exactamente, porque Commodore contaba como yo después de tres cervezas). ¿Por qué? Era barato (el precio cayó a 200 dólares), versátil (¡juegos, programación, demoscene!) y tenía una biblioteca de juegos más grande que las colas para comprar carne en la Polonia comunista. Desde Manic Miner hasta Elite – el C64 era una consola, un ordenador y un amigo para programar en BASIC por las noches. ¿El lector de disquetes 1541? Más lento que un caracol de vacaciones, pero todos lo querían, aunque cargar un juego tomara más tiempo que una cola en la fotocopiadora.

Demoscena y cultura: Píxeles con alma

El C64 no era solo hardware – era cultura. La demoscene, el arte de exprimir gráficos impresionantes de 64 KB, floreció gracias a crackers y programadores. Grupos como Fairlight o Triad creaban demos que parecían venir de la NASA, no de un garaje. ¿Una broma? Imagina: estás programando en ensamblador para hacer que los sprites bailen breakdance mientras tu amigo espera a que cargue una cinta. ¡Eso era hardcore, pero tan gratificante!

Declive y caída: Incluso las estrellas se apagan

En los años 90, los PC y la Amiga (¡de Commodore!) comenzaron a robarse el espectáculo. El C64, aunque aún amado, se convirtió en una reliquia retro. Commodore quebró en 1994 – Jack Tramiel se había ido antes, y la empresa cayó en el caos como un juego sin puntos de guardado. Pero el C64 no murió. La demoscene, emuladores como VICE y réplicas como el Pi1541 lo mantienen vivo. Incluso hoy, los fans sueldan sus propias placas de circuito para jugar a Boulder Dash en hardware original.

Legado: C64 para siempre

El C64 es más que un ordenador – es una cápsula del tiempo. Enseñó a programar a millones de niños (¿POKE 53280,0, lo recuerdas?), dio al mundo la demoscene y mostró que un hardware asequible podía cambiar el mundo. En broma: si tu smartphone tiene 8 GB de RAM y aún extrañas los 64 KB, el C64 te lavó el cerebro. ¡Y eso está bien! Gracias a RetroBit y otros entusiastas, puedes revivir esa magia hoy – sin polvo ni ruidos de disquetera. ¡C64 para siempre, porque los píxeles nunca envejecen!